La liebre y la tortuga*
En cierta ocasión, la liebre presumía ante los demás animales de su gran velocidad en las carreras.
—Nadie me ha ganado jamás cuando corro con todas mis fuerzas –decía–. Desafío al que quiera probarlo.
—Acepto el desafío —dijo la tortuga tranquilamente.
—Qué gracia tienes– Soy capaz de danzar a tu alrededor durante el camino —dijo la liebre.
—No presumas de algo, hasta no ser vencedora —le contestó la tortuga.
Se fijaron las condiciones de la carrera y comenzó la prueba. La liebre desapareció a toda velocidad. De pronto se detuvo y, despreciando a la tortuga, se puso a descansar y se quedó dormida.
La tortuga avanzaba hacia la meta sin prisa. Cuando la liebre despertó, la tortuga estaba tan cerca de la meta que ya no pudo alcanzarla.
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