El grave impacto social del desplazamiento forzado como resultado del conflicto armado interno
se da no solo en las comunidades desarraigadas de su territorio, sino también en las comunidades
receptoras que acogen de forma no voluntaria a las familias desalojadas.
La situación se agrava cada vez más ya que los equipamientos de servicios públicos, educativos,
sociales, culturales, religiosos, económicos y de infraestructura no están preparados para estas
condiciones de sobrepoblación; de esta forma se generan nuevos conflictos y situaciones que
atender, puesto que perturban diferentes escenarios de la vida cotidiana de estas dos comunidades
(desplazada y receptora), que comparten intereses comunes, pero en condiciones diferentes, en
un mismo territorio.
En esta situación, que enfrentan ambas comunidades, se espera que el mayor punto de acuerdo
entre ambas, a la hora de defender sus derechos, se fundamente en que
mejoramiento de su calidad de vida.