El padre Calancha quiso hacer una historia edificante, mostrar el prodigioso origen de la imagen que el pueblo venera en el santuario del Lago Titicaca y dar a este una prestancia digna de su fama. Cuenta, en efecto, el fraile que el indio Francisco de Tito Yupanqui, de quien no se tiene más referencias que las que él ha conservado, entró, por inspiración de Dios, en el deseo de hacer que la Virgen de la Merced, que había admirado en los altares de la ciudad de La Paz, fuera adorada también en su aldea. Y, con ese propósito, decidió modelar la imagen con sus propias manos. Empero, el indio, según Calancha, carecía de la capacidad para ello. No solo le faltaba la experiencia sino también la disposición natural. Las manos torpes no obedecían a la voluntad y lo que de ellas salían no eran sino imágenes informes, cuando no ridículas, de la Virgen. Pero no por ello el indio cejó en su propósito. Por el contrario, el deseo se hizo más fuerte cuanto mayor la insuficiencia. Trató de vencer esa insuficiencia por todos los medios a su alcance. Viajó a otras ciudades del país. Imitó a los artistas que encontró a su paso. Pero los resultados eran siempre negativos.
En las torturas que eso le producía, el indio pedía al cielo ayuda. "Lloraba su ineptitud, afligíale la dificultad -escribe Calancha-, animábale el deseo y a todo recurría, con las lágrimas, a la madre de Dios". Hasta que la apasionada persistencia y la torturada voluntad del indio consiguieron el prodigio. Dios hizo que la última de sus penosas creaciones se convirtiera en la graciosa y fina imagen que el pueblo venera aún en Copacabana y que los críticos consideran como una de las más bellas creaciones de escultura colonial boliviana.
PREGUNTA
¿Cuál de las siguientes alternativas refleja mejor la intención que el padre Calancha tenía al narrar la historia de Tito Yupanqui?