Las madres frustradas suelen ser autoritarias. Por eso, pretenden decidir las acciones y el pensamiento de sus hijos, creyéndose absolutamente seguras de su posición, no aceptan críticas. Por eso impiden el diálogo, la confianza y la comunicación. Pero los jóvenes necesitan afirmar sus personalidades. Afirmar algo implica siempre negar lo contrario. Por eso necesitan también oponerse, arriesgar y tener sus propios fracasos. Las madres autoritarias al impedir la sana autoafirmación, o impiden el desarrollo de sus hijos o hacen que se consiga con conflictos y violencias neurotizantes.
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