1.Van a permitirme que no les coloque a ustedes un ladrillo de literatura y teoría educativa, sino que les hable de lo que realmente conozco. De la experiencia de vida y libros que sostiene lo que escribo, lo que digo, lo que pienso. Y de cómo unas cosas me llevaron a otras, del mismo modo que a cualquier muchacho con un libro cerca este le abre puertas que, de otro modo, permanecerían cerradas mucho tiempo, o tal vez para siempre. De la literatura como mecanismo, como arma, de educación y de vida.
2.Durante veintiún años, como reportero, trabajé en países en guerra. Y desde hace ahora treinta años escribo novelas. Sin los libros que me acompañaron desde el principio, explorando delante de mí el camino, tal vez me habría perdido mil veces en esa vasta geografía de las guerras y las catástrofes que empecé a recorrer muy joven. Los libros me ayudaron a empezar el juego con ventaja. En el principio, por tanto, fueron los libros. La biblioteca. Yo tuve la suerte de empezar a leer muy pronto. Vengo de una de esas familias con bibliotecas grandes, y eso facilitó las cosas.
3.Esa memoria literaria es mi verdadera patria como lector. Y como escritor. La matriz de la que parte todo. Hace algún tiempo, un buen amigo mío me propuso, a modo de juego, que elaborase la lista de los 100 libros que, de una u otra forma, más habían influido en mi vida, como lector, como escritor, y como individuo. Me puse a ello por curiosidad y, para mi sorpresa, descubrí que de esos cien libros la mayor parte los había leído ante de los veinte años. Y, siguiendo con la sorpresa, a la hora de reflexionar sobre ello y establecer relaciones, caí en la cuenta de que, en realidad, el resto de mi vida, lo que he hecho ha sido buscar en los viajes, en los amigos, en todo lo demás, la huella que esos libros me dejaron. Y a reescribirlos, como novelista, una y otra vez, bajo luces diferentes.
4.Que alguien que se inició como lector apasionado y se hizo reportero a causa de la literatura regrese allí de donde vino, no solo no es una paradoja, sino que es lógico. Incluso como aventura. Recuerden que, según los cánones del género, por aventura entendemos un viaje lleno de peligros o descubrimientos, a cuyo término el protagonista encuentra la felicidad o la decepción pero que, en cualquier caso, ha progresado en el conocimiento de sí mismo y del mundo en el que ha vivido. Y todo eso lo sé, lo sabemos, lo saben ustedes, gracias a la literatura. A los libros que en primer lugar nos muestran el camino por donde irnos y en segundo lugar, al regreso, nos permite ordenar lo que de tan largo viaje traemos en la mochila.
5.La lectura como factor educativo. Como medio para impulsar la vida y la inteligencia. La vida y el futuro de un joven lector. El ser humano suele llamar nuevo a lo que, en realidad, ha olvidado. Sin embargo, todo está ahí. En esos tres mil años de memoria cultural: las respuestas a los desafíos, las grandes soluciones, los grandes desastres, el ser humano en su miseria y su gloria. Los libros, la lectura, no solo dan el conocimiento de una lengua y su uso correcto, o transmiten conocimientos. Son también puertas al pasado, viajes del tiempo.
6.La literatura da herramientas prácticas de vida, se adelanta a lo que esos jóvenes tendrán que vivir en el futuro. Les proporciona analgésicos para soportar el dolor, armas para combatir, mecanismos para comprender. Pone a su disposición esos tres mil años de cultura, de ciencia, de experiencia y de memoria.
FUENTE: Pérez–Reverte, Arturo. 2015. El valor educativo de la literatura.
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El uno