Irle a uno con la embajada de que se haga otro, es Irle con la embajada de que deje de ser él. Cada cual defiende su personalidad, y solo acepta a su cambio en su modo de pensar o sentir en cuanto este cambio pueda entrar en la unidad de su espíritu y engarzar en la continuidad de él; en cuanto ese cambio pueda armonizarse e integrarse con todo el resto de su modo de ser; pensar y sentir, y pueda a la vez enlazarse a sus recuerdos. Ni a un hombre, ni a un pueblo que es, en cierto sentido, un hombre también se le puede exigir un cambio que rompa la unidad y la continuidad de su persona. Cierto es que se da en ciertos individuos eso que se llama un cambio de personalidad, y solo le queda al paciente, como substrato de continuidad individual ya que no personal el organismo físico. Tal enfermedad equivale a la muerte para el sujeto que la padece. Y esa enfermedad no es más que una revolución, una verdadera revolución.
Según el texto anterior, la personalidad es entendida como: