La invención de los signos se atribuye a Aristófanes de Bizancio, quien dirigía la famosa Biblioteca de Alejandría, y comenzó a utilizarlos hacia 200 a. C., para facilitar la lectura de los textos de Homero. Su sistema de puntuación se componía de tres tipos de signos: el alto, que indicaba el final de la frase; el medio, que correspondía a los dos puntos o el punto y coma actual; el bajo, que equivalía a la coma de hoy en día. Después, hacia el siglo II a. C., este sistema fue aprendido por los romanos, y del latín pasó a las lenguas romances como el español, italiano, rumano, italiano, francés, portugués, catalán y sardo. Con el tiempo, la manera de usarlos se modificó y surgieron otros: en la Edad Media los monjes copistas irlandeses introdujeron muchos de los signos de puntuación que ahora conocemos, además de que fueron los primeros en separar, sistemáticamente, las palabras. Sin embargo, no fue sino hasta a mediados del siglo XV, con la invención de la imprenta, cuando empezó a respetarse su uso. (UNI-2020)
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