Cuando decimos que el placer es el objetivo
final, no nos referimos a los placeres de los
viciosos – como creen algunos que ignoran,
no están de acuerdo o interpretan mal nuestra
doctrina –, sino al no sufrir dolores en el
cuerpo ni estar perturbado en el alma. Porque
ni banquetes ni juergas constantes dan la felicidad,
sino el sobrio cálculo que investiga las
causas de toda elección o rechazo y extirpa
las falsas opiniones de las que procede la gran
perturbación que se apodera del alma.
EPICURO, Carta a Meneceo.
Resulta compatible con el texto afirmar que,
para Epicuro,