¿Y SI LOS PILOTOS DE COMBATE LANZARAN SEMILLAS EN VEZ DE BOMBAS?
Todos necesitamos comida para sobrevivir. Pero ¿misiles, tanques y AK-47? No tanto.
Alrededor del planeta, 815 millones de personas padecen hambre cada día. Sin embargo, en 2017, el mundo aumentó su gasto militar a $1.7 billones de dólares. Para la organización Comida, no bombas, es absurdo que se destine tanto dinero a la milicia cuando la gente lucha para pagar sus alimentos.
Comida, no bombas se fundó en 1980 luego de que Brian Feigenbaum fue arrestado en una manifestación para impedir que se construyera una planta nuclear. Sus amigos trataron de recaudar fondos para cubrir sus cuentas legales organizando ventas de pasteles. No consiguieron suficiente dinero, pero así se les ocurrió una idea de cómo protestar contra la guerra, la pobreza y la destrucción medioambiental.
Con el excedente de algunas tiendas y restaurantes, Comida, no bombas empezó a preparar platillos vegetarianos y veganos en parques y otros lugares públicos para quienes lo necesitaran. Hasta el día de hoy en estas reuniones se fomenta la conversación, especialmente sobre el tema de emplear el dinero de los impuestos en bienestar, educación y atención médica, y no en artillería pesada ni en municiones.
Al principio, los amigos de Feigenbaum tenían pocos recursos y ningún poder político. Hoy existen cientos de grupos de Comida, no bombas por todo el mundo. Algunos voluntarios han sido arrestados, amenazados
o asesinados por su activismo sin violencia, que busca alimentar a los hambrientos y reducir el presupuesto militar. Pero eso no los ha detenido, siguen alimentando a los necesitados (desde rescatistas del 9/11 en Nueva York hasta quienes se manifestaban para acabar con la dictadura en Túnez), así demuestran que la comida es una poderosa herramienta para generar cambios sociales.
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