Repaso acumulativo del Dominio de la Doctrina

Si buscamos diligentemente a Dios, Él ha prometido revelar la verdad a nuestra mente y nuestro corazón por medio del Espíritu Santo.

• D. y C, 130:22 - 23

• D. y C, 29: 10-11

• D. y C, 1:37-38

El Padre y el Hijo tienen cuerpos tangibles y glorificados de carne y hueso, y el Espíritu Santo es un personaje de espíritu.

• D. y C. 130: 22-23

• D. y C 29:10-11

• D. y C 1: 37-38

El sacrificio expiatorio de Jesucristo proporcionó el único modo de que seamos limpiados y perdonados por nuestros pecados a fin de morar eternamente en la presencia de Dios.

• D. y C. 1:30

• D. y C. 19:16-19

• D. y C. 42:11

Todos los que prestan servicio en la Iglesia, tanto hombres como mujeres, son llamados bajo la dirección de alguien que posee llaves del sacerdocio.

• D. y C. 21:4-6

• D. y C 19: 16-19

• D. y C 42:11

Dado que fue establecida por Dios mismo, La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días es “la única iglesia verdadera y viviente sobre la faz de toda la tierra”.

• D. y C. 19:16-19

• D. y C 8: 2-3

• D. y C 1: 30

Dios el Padre y Su Hijo Jesucristo se aparecieron a José Smith en respuesta a su oración, y lo llamaron para que fuera el Profeta de la Restauración.

• Jose Smith-Historia 1: 15-20

• D. y C. 6:36

• D. y C.58: 42-43

El Señor mismo nos ha invitado a “[mirar] hacia [Él] en todo pensamiento; no [dudar]; no [temer]”.

• D. y C. 76: 22-24

• D. y C. 6: 36

• D. y C. 21: 4-6

El Sacerdocio de Melquisedec es el sacerdocio mayor; “posee el derecho de presidir, y tiene poder y autoridad sobre todos los oficios en la iglesia en todas las edades del mundo, para administrar en las cosas espirituales”.

• D. y C. 107: 8

• D. y C 88:118

• D. y C 1:30

Como el Profeta de la Restauración, José Smith tradujo el Libro de Mormón por el don y el poder de Dios.

• D. y C. 107: 8

• D. y C 135: 3

• D. y C 76: 22-24

El arrepentimiento incluye reconocer nuestros pecados; sentir remordimiento (es decir, la tristeza según Dios) por haberlos cometido; confesarlos a nuestro Padre Celestial y, si fuera necesario, a otras personas; abandonar el pecado; procurar restituir hasta donde sea posible todo el daño ocasionado por dichos pecados; y llevar una vida de obediencia a los mandamientos de Dios.

• D. y C. 76: 22-24

• D. y C. 58: 42-43

• D. y C. 130: 22-23