DÍA DE AYUNO EN ANÁHUAC.
Antes de que los dioses decidieran confundir y enfrentar a los hombres entre sí por sus afanes terrenos, se vivía en Anáhuac, en el viejo y glorioso Anáhuac, una etapa plausible e idílica que todos aplaudían y anhelaban difundir, la de las guerras floridas, esas caballerescas batallas donde los hombres se cazaban con derroche de argucias y valor, para luego sacrificarse a los dioses. Estos, cualesquiera que fuesen los resultados de las humanas disputas, recibían los beneficios. No podían quejarse: al contrario, los días de las justas gustaban sentarse en las graderías del cielo y apreciar las ofrendas. El espectáculo resultaba aleccionador y gratificante, pero al menos en una ocasión no acabó se esperaba. El aguafiestas fue un guerrero de la orden de los príncipes; el tiempo, las festividades de Camaxtli. Los tenocas habían venido al país de los chalcos a exigir piedra para la construcción del gran templo destinado a su gran dios. La idea de erigir en su capital el más alto y suntuoso adoratorio del mundo los traía insoportables, no cabían en la piel, nada era digno de recibir sus excelsas posaderas. Tampoco encontraban que poseyendo el dios más poderoso del universo, y próximamente el templo más elevado de la tierra, algunos no inclinasen ante ellos, humildes de cabeza. Tras aprobar los planos del suntuoso edificio, que le fueron presentados en sagrada corteza de copal, Moctezuma I desvió hacia el horizonte los avisados ojillos y comentó, como hablándole al viento, que nadie podía excusarse de contribuir a la realización de la obra. La sentencia incluía antes que nadie a los chalcos, los rebeldes vecinos del valle que se negaban a reconocer cualquier preeminencia tenoca. Ellos tienen mucha piedra. Que nos den piedra. Concluyó inapelable. [ …]
Gonzalo España, tomado de: http//www.banrepcultura.org/blaavirtual.
1. Las guerras floridas se refieren a…