El aburrimiento en la escuela
Con ligereza, hay quienes clasifican a la escuela de aburrida, a fin de justificar el desinterés por la enseñanza que manifiesta un sector de alumnos. Este término despectivo y otros afines (como "tediosa" o "fatigosa") hacen suponer que la tarea escolar debería ser los opuestos; es decir, "divertida", "entretenida". Cabe preguntarse si, efectivamente, ese es el propósito por lograr en la escuela.
La respuesta es clara. Lo que realmente se espera de la enseñanza es el aprendizaje.
¿Cuándo fracasa ese proceso? Cuando no se aprende. Por lo tanto, no es ni la diversión ni el entretenimiento el objetivo, aunque sea aceptable afirmar que es mejor una clase productiva en aprendizajes que, además sea entretenida.
La tarea escolar es una labor compartida por el docente y los alumnos. De ambas partes se requiere un caudal de atención, de actitud positiva, de voluntad de trabajo. En esa entrega, el que conduce es quién debe abrir el tema y promover su desarrollo hasta la meta trazada. Entre los protagonistas de la clase juega un factor decisivo, el clic motivacional. El acierto en pulsarlo moviliza a la clase. Cuando falta, sobreviene el desinterés, antesala del aburrimiento. Por eso, buena parte del arte de la enseñanza se sustenta en saber motivar, inquietud constante del maestro o profesor.
Es claro que el aburrimiento puede tener otras fuentes. Hay alumnos que se cansan porque tiene un nivel de aptitud superior que el resto de la clase, se anticipan a las soluciones y se fatigan de escuchar lo que ya saben; en oposición, otros se desaniman porque no entienden lo que se explica, pues su capacidad es menor. Ambos tipos de alumnos requieren otro trato pedagógico, que los docentes suelen dar, pero que reclama más recursos en la escuela para brindar una atención diferenciada de cada caso. En otro plano están los chicos que van con sueño a la escuela porque duermen menos de lo que necesitan. Hay otros cuyo cansancio es fruto de un recargo de actividades extra programáticas. En estos casos, es cuestión de buscar soluciones con los padres.
En ocasiones, se reprocha a la escuela que los contenidos curriculares van a la zaga de lo que los alumnos conocen en la vida cotidiana o bien que los temas de estudio no les sirven para sus necesidades laborales. Estas razones de desinterés no se solucionan fácilmente, pese a la periódica actualización de planes y programas, y a la capacidad de maestros y profesores para ajustar algunos contenidos al presente. Pero también es cierto que gran parte de lo que aprende son logros del pasado que siguen siendo válidos y no todo puede tener la rapidez de los cambios tecnológicos. Al revisar posibles causas de tedio, no puede estar ausente al aprendizaje comúnmente llamado "memorístico", forma de estudiar que convoca al aburrimiento y es inaceptable en la escuela, que debe acudir a la comprensión inteligente de los problemas.
Vivimos tiempos en que se difunde de modo constante un engañoso llamado a hacer lo placentero y lo fácil. Esto afecta conductas y valores, entre ellos los que se vinculan a la tarea escolar. Ese mensaje confunde a los escolares, que no perciben que la formación educativa demanda encarar lo que es difícil y complejo para avanzar.
La idea principal expuesta en el primer párrafo puede ser parafraseada de la siguiente manera: