LA REPÚBLICA DE PLATÓN
1)Tomando entonces la palabra Adimanto, dijo: —¿Qué responderás, Sócrates, si se te objeta, que tus gueíreros no son muy dichosos, y esto por falta suya, pues son realmente dueños del Estado, y sin embargo están pri- vados de todas las ventajas de la sociedad, no poseyendo como los demás, ni tierras, ni casas grandes, bellas y bien amuebladas; no pudiendo ni sacrificar á los dioses en una habitación doméstica, ni tener donde recibir huéspedes, ni poseer oro y plata, y en fin, nada de lo que, en opinión de los hombres, sirve para hacer una vida cómoda y agra- dable? En verdad se dirá, que los tratas como á extran- jeros, que están á sueldo del Estado sin otro destino que el de guardarle. —Añade, le dije yo, que su sueldo sólo consiste en el alimento, y además de esto que no tienen paga como las tropas ordinarias, y por lo tanto, que no pueden ni salir de los límites del Estado, ni viajar, ni regalar álibertinas, ni disponer de nada á su gusto, como hacen los ricos y los que presumen de dichosos. ¿Por qué pasas en silencio estos capítulos de acusación y otros muchos semejantes? —Unelos, si quieres, á lo que he dicho. —Me preguntas ¿qué tengo que responder á todo esto? -Sí . —Sin separarnos del camino que hasta aquí hemos se- guido , creo que encontraremos en nuestro mismo plan re- cursos para justificarnos. Por lo pronto, diremos que no seria una cosa sorprendente, que la condición de nuestros. ¿Cuál es una de las objeciones que plantea Adimanto sobre la situación de los guerreros en el Estado?