Cien liras en el bolsillo
Había una vez tres hermanos. Eran tan pobres y
no sabían cómo hacer para salir adelante. Una
noche, cuando se iban a la cama sin cenar, dijo
el mayor:
—Hermanos míos, no podemos seguir así.
Nuestro campo es demasiado pequeño para
darnos de comer a los tres. Mañana me marcharé,
iré por el mundo en busca de fortuna…Y si
tengo suerte, volveré a casa y viviremos como
señores.
A la mañana siguiente parte el hermano mayor.
Anda y anda, caía la noche y seguía caminando.
Por fin llegó a una posada en medio de un
bosque, cenó con un poco de pan y queso y fue
a la habitación colectiva. Solo había una cama libre, las otras ya estaban ocupadas por gente que
dormía. Se acostó y él también durmió.
Se despertó temprano porque los campesinos están acostumbrados a levantarse antes del amanecer.
Se vistió, pagó la cuenta y se marchó. Ya había andado un buen trecho cuando le entraron ganas de
sonarse la nariz. Mete la mano en el bolsillo y se echa a reír: “Anda, ¿qué es esto?... ¡una moneda de cien
liras! Nunca he tenido dinero que meter en los bolsillos de los pantalones… ah, ahora lo entiendo:
estos pantalones no son los míos. Se ve que en la oscuridad los he confundido con los de otro.
Aunque, más o menos valen lo mismo, o sea nada. No merece la pena volver atrás para cambiarlos…
¿Y ahora qué hay en el bolsillo? Otra moneda de cien liras… Me pareció que sólo había una… No hay
dos sino tres, vamos a ver si está también la tercera… Casi he ganado un jornal…”.
¡Y algo más que el jornal! Cada vez que metía la mano en el bolsillo encontraba cien liras. Imaginaos
si se iba a cansar…Y fuera y fuera y fuera: ya había juntado un buen montón de monedas y el bolsillo
no se cansaba de tener siempre una dispuesta para que la encontrara. El joven no cabía en sí de la
alegría. Emprendió una carrera y en un par de horas estuvo en casa…
— ¡Hermanos! ¡Hermanitos míos! ¡He hecho fortuna! ¡Mirad!
— Es verdad. ¡Qué montón de dinero!
— Y aún puedo tener más, todo el que quiera…
—Estupendo —dijo el segundo hermano—. Pero no es justo que vivamos a tu costa. Mañana partiré
en busca de fortuna. Si tú la has encontrado, seguro que yo también la encontraré, y viviremos los
tres como señores…
Al día siguiente, se pone en camino el segundo hermano, llega a la misma posada, va a dormir a la
misma habitación y por la mañana se pone los pantalones de su vecino y se va. Cuando ha andado
un buen trecho, se para y se hurga en los pantalones.
—Vamos a ver si yo también he hecho fortuna…En ese bolsillo nada… En cambio aquí hay algo…
uhm, nada de dinero, ¡solo un trozo de papel! ¡pero esto es un billete de mil liras..! A lo mejor hay algún
otro… Pues sí, aquí está… Y otro… y otro más… ¡Soy rico! ¡Soy rico!
Como es natural, el segundo hermano hizo como el primero y volvió a casa, todo contento. Desde
lejos empezó a gritar:
—¡Hermanos, hermanitos, yo también he hecho fortuna! Aún mejor, he encontrado una fortuna
mayor que la tuya, querido hermano mayor…
—Es cierto, ¡qué hermoso montón de billetes de mil!
—Así que —dijo el hermano más pequeño—, tú también has encontrado la máquina de hacer
dinero. Bien, mañana quiero irme a mi vez por el mundo. Si vosotros dos habéis hecho fortuna, ¿por
qué no había de hacerla yo?
(Fragmento) Gianni Rodari.
Cuentos para jugar. Alfaguara: Colombia. 2013.
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