La Edad Media, generaciones de alquimistas habían tratado inútilmente de transformar los elementos naturales. Con la llegada de los primeros instrumentos de experimentación, que permitieron a los físicos bombardear los núcleos con partículas cargadas de energía, el viejo sueño de los alquimistas se hizo por fin realidad. En 1919, Rutherford observó, mientras bombardeaba con rayos alfa (núcleos de helio) el nitrógeno contenido en un cilindro, que la colisión de los núcleos con el nitrógeno liberaba protones transformando este elemento en oxígeno.
Por primera vez en la historia se había logrado la transformación artificial de un elemento en otro.
Aunque se había demostrado la posibilidad de producir una transformación nuclear de forma artificial, el objetivo que realmente perseguían los físicos era dividir literalmente el núcleo atómico y obtener así dos nuevos núcleos distintos del original. Esto es lo que se proponían conseguir Cockcroft y Walton. Ambos sabían que en determinadas condiciones, los protones eran capaces de penetrar en el núcleo atómico y desintegrarlo y diseñaron un dispositivo capaz de extraer los protones del nitrógeno y de lanzarlos a gran velocidad contra átomos de litio. El experimento fue un éxito.
Por primera vez se había logrado la desintegración de un núcleo atómico en dos átomos de otro elemento con partículas sub-atómicas aceleradas artificialmente.
La idea central del texto es: